jueves, 15 de septiembre de 2011

Bruce Davidson

Ayer, mientras buscaba un libro en Amazon, me encontré con que están reeditando dos de los libros más importantes de uno de mis fotógrafos preferidos, Bruce Davidson, uno de fotografías en el metro de NY (Subway) y otro de imagenes de jovenes pandilleros de Brooklyn cinco décadas atras...así que mientras espero que salgan los libros y me arme de valor respecto al precio de las susodichas reediciones (a menos que nuestros amigos de Strand se conduelan de nosotros y se animen con una oferta al respecto), aquí les dejo algunas imágenes de uno de los fotografos legendarios de la agencia Magnum.






Bruce Davidson



jueves, 8 de septiembre de 2011

El 11 de septiembre en Maiquetía

No recuerdo exactamente cómo dormí la noche anterior. Ellos, al parecer, tampoco durmieron esa noche. He leído diversas versiones, ya uno no sabe si basadas en alguna evidencia constatable o en la creatividad del periodista de turno, que hablan de celebraciones, rituales y movimientos de quienes iban a subir con una misión en mente a aquellos aviones del 11 de septiembre del 2001. En aquel momento no pensaba en ellos, cómo adivinar lo que iba a ocurrir; pero ahora que los pienso en estos días de décimo aniversario, pienso que tal vez, desde la noche antes, tal vez desde el momento de hacerse parte de esa historia, ya estaban muertos.

Yo, al igual que todos ellos, me desperté aquel día muy temprano, en la madrugada, porque mi agenda señalaba una visita por motivos laborales a Anaco, una ciudad pequeña del medio-oriente venezolano, a medio camino entre Puerto La Cruz y El Tigre, en medio de las sabanas de Anzoátegui. Tenía prevista a media mañana una reunión en la oficinas de la Gerencia de Desarrollo Urbano de PDVSA  Campo Norte con la finalidad de discutir un contrato de trabajo para el Instituto de Estudios Regionales y Urbanos de la Universidad Simón Bolívar, que era dónde yo trabajaba entonces, y en la Universidad se decidió que entre las dos opciones de que disponía para viajar, (vuelo Maiquetía -Barcelona en avión jet comercial y traslado en carro de aproximadamente una hora 15 minutos entre Barcelona y Anaco con riesgo de no llegar a la hora de la cita versus vuelo directo entre Maiquetía y Anaco en una línea aérea entonces desconocida, sólo con pequeños aviones bimotores y sin servicio de venta remota de boletos) usaría la del vuelo directo hacia la ciudad que creció alrededor de un campamento petrolero, hace unos 60 años aproximadamente.

aproximación al aeropuerto de Anaco

El día anterior recibí instrucciones de llegar al aeropuerto con mayor antelación a la usual, porque al ser RUTACA una línea aérea pequeña, no vendían en aquel entonces los boletos a través de las agencias de viaje que prestaban sus servicios a la Universidad, sino sólo directamente en sus oficinas del aeropuerto. Es decir, sólo tenía una reservación, pero debía, al igual que los otros pasajeros, comprar el boleto en el aeropuerto antes de chequearme para el viaje entre Maiquetía y Anaco. Por esa razón salí de madrugada de mi casa, entonces en el Conjunto Residencial Bello Monte, y llegué aún en medio de la oscuridad al aeropuerto que, tal y como lo dicen las aeromozas, sirve a la ciudad de Caracas.

Las primeras señales no fueron buenas. Sólo dos personas se encargaban de todas las funciones de las oficinas y el mostrador de RUTACA en Maiquetía aquella mañana del 11 de septiembre, que incluían la venta de boletos, la reservación de pasajes, la atención de los teléfonos, el chequeo de pasajeros, el chequeo de equipajes, el cobro de las tasas de aeropuerto, la carga de los equipajes hacia las entrañas del aeropuerto, etc, etc. Evidentemente era una empresa pequeña y con poco personal. El "boarding pass" también daba luces sobre ello, pues era un cartón, si mal no recuerdo entre marrón y beige, con el logo de la empresa y un número, forrado en plástico, que debía devolver el pasajero al subir al avión.

A los pocos minutos descubrimos que quien manejaba el autobús de RUTACA que nos llevaba desde el terminal hasta la escalera del avión era una de las mismas dos personas que se encargaba "de todo" en el mostrador de la empresa, y al pie de la escalerilla descubrimos que el segundo empleado en cuestión (llamémoslo, para simplificar, “cosa 2”) también nos esperaba allí, para repartirnos el refrigerio: un cuartico de jugo y una galleta. En ese momento comencé a imaginármelos a ambos (Cosa 1 y Cosa 2) poniéndose, a toda prisa, el uniforme de piloto, allí, a los pies del avión y delante del pasaje, que sumaba unas 8 personas, más o menos.

El avión merecía una descripción por si mismo: era un viejo Beechcraft bimotor color beige con algunos detalles en marrón, motores sucios por fuera y señales de haber recibido trabajos en su “carrocería”. El aparato  mostraba una decoración interna que ponía en evidencia que la disposición de las sillas no se correspondía necesariamente con el diseño original del avión. Tenía varios tipos de asientos y se veían reparaciones y remiendos por doquier. Los plásticos y paneles hablaban de gustos de diseño de otros tiempos. Así, de primera mirada, transmitía una sensación más cercana a un autobús por puestos que a un flamante vehículo de alta tecnología. Parecía un Ford Maverick de los 70s, eso sí, con alas.

A los pocos minutos comenzó el proceso de despegue, una vez el piloto y el copiloto subieron a acompañarnos -luego de llegar en una pequeña camioneta que manejaba Cosa 2- a los pasajeros que esperábamos en el avión, entre resignados y dormidos. Los dos personajes, piloto y copiloto del pequeño avión, parecían jubilados de alguna línea aérea y sus uniformes seguramente formaban parte de esas etapas pasadas de sus vidas, en la que era probable tuviesen otra contextura física.

A la hora en que los terroristas del 9/11 estaban ya en los aeropuertos escogidos para comenzar a implementar su plan, el pequeño bimotor de RUTACA inició su correr por la pista de Maiquetía, mientras el cielo empezaba a aclarar al fondo de la pista, sobre el mar Caribe. Yo iba sentado junto al ala izquierda, justo al lado de uno de los dos motores, y en el momento en que el avión comenzó a acelerar sobre la pista percibí algunos ruidos que hicieron poner mi atención en el motor a mi lado. En el instante en que el avión comenzaba a despegar del piso y hacía su máximo esfuerzo los ruidos fueron a más y se hicieron acompañar, primero, por chispas, y luego, por una llamarada. Aún a tiempo de abortar el despegue, el avión rebotó varias veces sobre la pista y regresamos, todos en silencio, al lugar a donde nos había llevado el autobús de RUTACA.

Una vez detenido el avión, al piloto no se le ocurrió una frase más feliz que dar gracias a dios, no sin antes aclarar “que no nos tocaba ese día”. Los terroristas del 9 / 11hicieron una invocación similar. Nadie vino por nosotros en un buen rato y, luego de varias llamadas desde el teléfono celular del piloto, finalmente apareció Cosa 1 manejando el autobús y, como no podía ser de otra forma,  Cosa 2 apareció manejando una pequeña camioneta con la etiqueta “servicio técnico” en su costado.
La línea aérea ofreció viajar al día siguiente “porque para mañana el avión ya debe estar reparado” a lo cual, un servidor se negó rotundamente, prometiéndose no viajar nunca más con semejante equipo. Avisé a PDVSA el inconveniente (asunto que ya era de su conocimiento, porque a los pasajeros que esperaban el avión en Anaco les avisaron que debido a una falla técnica, no había vuelo ese día) y compré un boleto a Barcelona en otra línea aérea con la esperanza de salvar la reunión con alguna demora.

Mientras volaba a la capital de Anzoátegui se estrelló el primero de los aviones contra el WTC, pero entre tanto apuro, no supe nada al respecto hasta que, ya terminando la reunión en Anaco, alguien comentó lo que pasaba en Nueva York, eso sí, atribuyéndolo a un accidente. Sólo tomé conciencia de lo que pasaba viendo las pantallas del aeropuerto de Barcelona, mientras esperaba mi vuelo de vuelta a Caracas.

Ahora que lo pienso, si los terroristas hubiesen escogido, por casualidad, como quien no quiere la cosa, por un azar del destino, un avión de RUTACA para llevar a cabo sus planes, probablemente en estos días no estaríamos hablando de un evento que cambió la historia. O tal vez, quien sabe, si Cosa 1 y Cosa 2 no eran acaso agentes encubiertos de la CIA y los 8 malagradecidos que subimos esa mañana del 11 de septiembre a ese bimotor beige, seguimos adelante nuestras vidas sin hacerles justicia. Mi papá siempre me lo ha dicho, de malagradecidos está lleno el mundo.