lunes, 30 de enero de 2012

El blog de los amigos muertos

Van pasando los años y vamos dejando temas pendientes en el camino.

Aqui estamos algunos, escribiendo informes y pagando cuentas (de las del banco, que las otras, ya lo dijo Ruben Blades, no se acaban nunca de pagar...). Viendo de reojo las historias pasadas, propias y ajenas. Viendo por el espejo retrovisor, a veces tan concentrados en esa tarea, que dejamos de ver al frente, que avanzamos sin saber si nos acercamos a algún obstáculo, si vamos fatalmente a estrellarnos en el minuto siguiente. Pero seguimos empeñados en ver por el retrovisor, en caminar mirando hacia atrás, en andar por la calle con la cabeza en otro sitio, con la mirada fija en una imagen abstracta que componen trozos de acera de concreto, papeles tirados y un charco donde se refleja el cielo, con una banda sonora de ruidos y frenazos.

No me es ajena esa actitud. Soy de los que va hablando solo por la calle. Soy de los que maneja el carro hablandole a la radio. Soy de los que con los ojos abiertos comienza a ver lo que ya no está enfrente.

Pero solo eso le podemos ofrecer a los amigos muertos: nuestro recuerdo. Unos minutos de desconcentración. Unos segundos en los que creemos oir voces, en los que pensamos recordar una risa. Un momento que congela un gesto, un rayo de luz en la cara, un color de zapato, un anillo en el dedo. Un momento en que suena en los oidos una canción en especial y no cualquier otra.

Todo lo anterior viene al caso porque la señora Bertha, la madre de Freddy de Bari, tuvo la ocurrencia de mandarme con mis padres el pasado fin de semana, en un viejo sobre manila (nota para los lectores de otras tierras: así le decimos por estos lares a un sobre amarillo de papel kraft) remendado con cinta plástica, las fotos que su hijo - muerto hace años en un accidente de tránsito en una autopista de Caracas- conservaba de la que el mismo me describió, años despues de que terminaran lo que habían comenzado en los primeros años 80s,  como "el amor de su vida". Estaba borracho Freddy cuando me lo dijo - no podia ser de otra forma tanta expresividad a la hora de la mañana en que yo buscaba un pan para mi casa- sentado en las escaleras de la panadería, justo enfrente de donde su madre vendía entonces y vende hoy los periódicos, al final de la avenida El Rosario, adonde vivía él, cerca de donde vivía yo, en Los Chorros, al noreste de Caracas. 

La señora Bertha se enteró por mis padres, en medio de la conversación que suele darse en el marco de la compraventa de los periódicos del día, -ni mis padres ni la señora Bertha están ya para andar con apuros, para hacer del intercambio de papel periódico por papel moneda un acto mecánico, aseptico-  que habían bautizado en estos días de enero un libro de quien escribe este blog y que el libro en cuestión estaba dedicado, entre otros, a Viena Rendon.

El sobre contenía algunas de las fotografías que Freddy hizo de Viena en los tiempos en los que conocí a ambos, los primeros años 80s. Freddy estudiaba artes plásticas, trabajaba como fotógrafo y asistente del diseñador Santiago Pol. Viena estudiaba artes en la Universidad Central y trabajaba como maquilladora en películas y obras de teatro. Ambos andaban en un VW Gurgel blanco al que bautizamos, para hacerle justicia a la boca de Freddy, a quien sus amigos llamaban simplemente cocodrilo, como el "cocomovil". 

Miré las fotos de Viena regadas afuera del sobre amarillo y se me revolvieron las tripas pensando en la señora Bertha buscando entre los papeles de su hijo muerto. Cerré por un momento los ojos y la ví sacando el sobre manila de una gaveta en la habitación que ocupaba Freddy, a mano izquierda de la entrada de su casa, con los techos altos, con una ventana hacia la calle. No es una sensación nueva. Es la misma sensación, esa que te pone el estómago en la garganta, esa que he experimentado cuando, en un ejercicio de autosadismo, se me ha ocurrido revisar los blogs de Nelliana o cuando llamaba al celular de Geli para encontrarme en la contestadora con la voz de Beatriz pidiéndonos que le dejásemos un mensaje, que nos devolvería la llamada tan pronto fuese posible.

Beatriz suena tan viva en la voz de esa grabadora de empresa de telefonía que cerramos la llamada con la certeza de que nos llamará a la vuelta de unos minutos. Nelliana está tan viva en sus blogs que - a no ser por los mensajes de condolencia que han ido dejando allí a lo largo del último año- nos sentamos a esperar que aparezca su siguiente post, con noticias nuevas de su lucha contra la enfermedad. Viena está tan viva en esas fotos que sobresalen del sobre amarillo que de solo verlas me siento - de nuevo- con 15 años, que con solo mirarla imagino que está a la distancia que marcan los dos carritos por puesto que debo tomar entre la avenida El Rosario de Los Chorros, a donde vivían y viven mis padres, y la Ciudadela de Prados del Este, adonde vívia ella con su madre.

Lorenzo González me preguntó en estos últimos días, a raiz del bautizo del libro, cómo era esa amiga mía a la que hago allí referencia y tuve que decirle que no era mi amiga sino mi hermana y que no tenía una foto de ella para mostrársela. Ahora sí puedo.






Regresando

Cierres de años fiscales, historias con abogados,operativos de cobranza, entregas de trabajos y otras historias propias de las urgencias, además de las dos semanas de vacaciones - las primeras vacaciones familiares en dos años- me han tenido alejado del blog por algún tiempo. Ese ritmo de las cosas propias de fin de año y de las necesidades materiales no ha cesado de un todo, pero haremos el esfuerzo por retomar nuestras historias y dedicarle un poco de espacio en la agenda a las cosas personales, las que nos reunen alrededor de estas páginas. Ha pasado más de un mes desde el último post y en ese mes, además del trabajo, han pasado cosas importantes, o por lo menos interesantes. Sobre ellas prometo escribir en estos próximos días, antes de que termine esta semana: las dos semanas en paris, luego de 20 años sin visitar esa ciudad; la presentación de El Cuarto Oscuro de las Revelaciones en la librería El Buscón en Caracas y el reencuentro con los amigos que supuso esa actividad. Tambien sobre un regalo que me hicieron este fin de semana. Comenzando por este último asunto creo que voy a retomar estas páginas. Nos vemos aqui mismo.