Es sábado temprano en la mañana, la familia duerme en el piso de arriba del apartamento, mientras en el piso de abajo reina el silencio. La luz se cuela por entre las cortinas de la sala, pero apenas alcanza a la cocina, adonde estoy lavando los platos que quedaron sucios tras la cena del día anterior. A control remoto enciendo el televisor que está ubicado, colgado de la pared, a mi espalda, buscando un poco de compañía. Las voces de tres hombres jóvenes se superponen al ruido de motores de una carrera en algún país del golfo pérsico y llenan la cocina, pero incluso así, de espaldas a ellos, puedo reconocer de inmediato la voz de uno de los comentaristas. Es Johnny Alberto Cecotto.
Cuando corría la mitad de los años 70s Venezuela vivía un momento que se suponía estelar, aunque visto asi, en la distancia, en realidad fue el preludio del fin de una ilusión de modernidad. Presidía la república el recientemente fallecido -e insepulto- Carlos Andrés Pérez y se hablaba por prensa y televisión de la Gran Venezuela, un país moderno y pujante, en vías de desarrollo, que disponía de enorme riqueza, evidente al punto de hacer el derroche y la ostentación el pan nuestro de cada día. Pero allá, por 1975, no había forma de saber que aquella ilusión no duraría para siempre, menos aún cuando uno tiene 8 años de edad, va a la escuela en el Chevrolet Caprice Classic último modelo de mi padre y escucha, casi a diario, a los profesores del Colegio Santiago de León de Caracas decir que Venezuela tiene un enorme futuro y que nosotros, privilegiados estudiantes del "santiago", estábamos predestinados para ser sus líderes.
En medio de aquella euforia, de aquella fiesta nacional alimentada por el rápido crecimiento de los precios del petróleo, hacían falta héroes que encarnaran aquel sueño de liderazgo planetario, que evidenciaran el éxito del país. Teniamos un presidente que era un líder regional y recuerdo que los profesores nos hablaban de Jesús Soto y Carlos Cruz Diez como figuras punteras de las artes plásticas mundiales, pero aquel año de 1975 nosotros, los que teniamos 8, y muchos otros más, veíamos a esa Venezuela triunfante que todo lo podía asociada al nombre de un caraqueño hijo de italianos, entonces de solo 19 años: Johnny Alberto Cecotto.
Hijo de un expiloto de carreras de motos, Cecotto comenzó a correr a muy temprana edad, ganando el campeonato nacional de Venezuela con solo 16 años, de la mano de Andrea Ippolito, italiano emigrado a Venezuela en 1954, importador de motos Yamaha desde 1964 y patrón del equipo local Venemotos. Repitió sus triunfos locales los años siguientes y antes de cumplir la mayoría de edad ya corría en campeonatos latinoamericanos. Con 18 años, partiendo del último lugar y con una moto estándar modificada por Ferruccio Dalle Fusine, otro amante de las motos emigrado de la Italia de postguerra a Venezuela, llegó segundo en las 200 millas de Daytona, lo que le abrió la puertas para participar en los campeonatos del mundo de 1975. Debutó ganando el Gran Premio de Francia en 250 y 350 cc, venciendo con una Yamaha privada del equipo Venemotos a las Yamahas oficiales, lideradas por una leyenda llamada Giacomo Agostini. Al final de aquel año de 1975 se coronó el campeón mundial de motos más joven de la historia, en 350 cc, y subcampeón en la del cuarto de litro.
Circuito P Ricard, Francia 1975 |
El recibimiento en Maiquetía fue algo de lo que aún se comenta, incluso se dice que aquel muchacho de pelo largo ensortijado se desmayó de la emoción al ver aquel recibimiento. El tumulto en el aeropuerto y en la autopista hacia Caracas fue de marca mayor, con un país que se volcó a las calles a recibirlo como si hubiese llegado de la luna. Hubo fiesta en el manicomio, los motorizados de Caracas tenían un campeón del mundo. En los años siguientes, aquel muchacho flaco, de mirada picara y cabello largo que corria con un casco blanco con 2 rayas rojas nos ofreció a los venezolanos los cigarrillos Astor baby blue, los pantalones Lois, las motos Yamaha, las tarjetas de crédito y las cuentas del Banco Unión. Estaba en todas partes, en cuadernos, rompecabezas, juegos de mesa, afiches, cartucheras escolares, incluso cuando los éxitos se entremezclaron con frecuentes accidentes y fuertes lesiones. Era frecuente verlo en fotos con lentes de sol y rodeado de hermosas mujeres. Volvió a ser campeón del mundo en 1978. La gente, para describir a alguien que andase muy apurado, no importaba si a pié, en auto o en moto, decía de inmediato "carajo, andas como Cecotto..."
Su ejemplo hizo ver a otros que era posible. Aldo Nannini, un muchacho andino hijo de italianos, ganó el campeonato latinoamericano y se sumó, en 1977, a Cecotto en el equipo Venemotos, llegando 2do. en el Gran Premio de Inglaterra de aquel año. Ivan Palazzese, otro descendiente de italianos, fue -con 15 años- el más joven piloto de la historia en alcanzar el podio en una carrera válida para los campeonatos del mundo de aquel mismo año 1977. Carlos Lavado Jones, hizo lo propio en 1978 y consiguió ser campeón del mundo en dos oportunidades, en los años 80s, pero nunca causó el impacto de aquellos primeros triunfos de Cecotto, que hacían que la gente se despertara de madrugada para escuchar por la radio las transmisiones de las carreras que, mayormente, ocurrian en Europa , o que se desplazaran masivamente a San Carlos, Estado Cojedes, a ver carreras de motos en un ambiente de 40 grados centígrados en el circuito internacional promovido por Andrea Ippolito.
Sin embargo, incluso en medio de toda aquella locura, había algo contrastante. Cecotto tenía una voz pausada, un trato sencillo y cortés, era una persona educada en su trato y humilde en su actitud. Personas que le conocieron personalmente en aquellos años y que trabajaron conmigo en la revista Actualidad Automotriz en los años 80s me lo han confirmado. No es solo una impresión.
En Italia, 1975 |
A comienzos de los 80s dejó las motos y se pasó a los autos, siendo subcampeón de la Fórmula 2 y el primer piloto venezolano en la Fórmula 1, de la que debió retirarse prontamente a raiz de un fuerte accidente que le destrozó las piernas en las prácticas del Gran Premio de Inglaterra de 1984. Volvería en los años siguientes, luego de cirugías y rehabilitaciones, a las carreras de autos de turismo, ganando varios campeonatos en Alemania e Italia hasta bien entrados los años 90s. Su hijo, nacido en Alemania, corre desde el año pasado en la categoría GP2 bajo la bandera venezolana.
Vive en Europa desde hace años, pero es frecuente verlo en Venezuela, donde aún viven sus padres. Para quienes escuchamos por radio sus carreras, tiene un aura dificil de explicar. Es un pedazo viviente de esa Gran Venezuela que nunca fue. Si me preguntan a mi, pondría su imagen en los billetes que hace la Casa de la Moneda en Maracay, con unos blue jean Lois, una caja de Astor azul en la mano y una rubia sonriente a su lado. Como diría uno de los motorizados que le acompañó desde Maiquetía hasta Caracas en aquel día de 1975, eso sí sería estar en los papeles.
Ja, Cecotto forma parte importante de nuestra educación sentimental! Muy buena la semblanza, Gonzalo, va un abrazo.
ResponderEliminarHola! Gracias por la reseña de mi tio.
ResponderEliminarTe invito a que veas mas de sus fotos:
http://www.facebook.com/pages/ALDO-NANNINI-CAMPEON-DE-DOS-MUNDOS/364507786125?ref=ts
disfrute mucho leyendo esto y me invadio una nostalgia muy profunda pero agradable. gracias
ResponderEliminarAldo Nannini, nacio en Caracas, aunque posteriormente su familia se fue a Valera, Edo. Trujillo. Gracias.
ResponderEliminarGracias por la información. Bienvenido al blog
EliminarExcelente.
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