sábado, 16 de octubre de 2010

Historia de Juguetes

La primera vez que fui a Nueva York con Patricia, hace 16 inviernos -en una suerte de luna de miel diferida, porque dos meses antes, luego del matrimonio civil, los compromisos laborales solo dejaron espacio para 3 días en Margarita y un par de días en la península de Paria- me llevó a conocer una tienda que quedaba cerca de Union Square y que era de las cosas que más recordaba de sus visitas a la ciudad a finales de los 70s y comienzos de los 80s, cuando su hermano Ricardo estudiaba fotografía en Manhattan.

B. Shackman & Co. era una tienda de novedades - que así se le solía llamar por NY a lo que en Caracas catalogaríamos como una quincalla- que ocupaba el número 85 de Quinta Avenida, justo en el cruce con la calle 14, y había sido fundada en 1898 por la familia Shackman, que la dirigió hasta 1985, cuando el nieto de los fundadores, Dan Shackman, la vendió a sus empleados, convencido de que ninguno de sus tres hijos -2 profesores universitarios y una enfermera- quería encargarse del negocio familiar, que él había dirigido desde 1935. La tienda, ubicada en la planta baja de un edificio majestuoso, rodeado de unos cuantos edificios importantes, tenía unas vitrinas hacia la calle repletas de mercancía y una vieja puerta rotatoria de madera, que daba paso a un salón de techos altos, lleno de juguetes a la vieja usanza, peluches, tarjetas, muñecas de papel, adornos de navidad, casas de muñecas, adornos para fiestas, globos, rompecabezas, libros, juegos, banderines y juguetes metálicos de cuerda.


Dan Shackman, a sus 91 años, en el 2005, con alguno de los juguetes que vendió durante 50 años

A partir de esa visita, cada peregrinación anual a Nueva York - en esos tiempos siempre con base en el austero y muy niuyorquino Hotel Wolcott, en la calle 31, entre Broadway y Quinta Avenida - implicaba una visita y salida con bolsa de la tienda conocida familiarmente como "chaqman". En una de esas visitas, en la segunda mitad de los años 90s, Patricia se detuvo en una vitrina ubicada a la izquierda, justo al entrar al local. En un mueble de madera y vidrio, cerrado con llave para evitar la manipulación no controlada de los visitantes, estaban unos juguetes de latón estampado, colocados junto a unas cajas de cartón marrón que llevaban impreso en su costado el nombre Payá Hermanos, justo encima de la dirección de origen de las mismas: Ibi, Alicante, España.


Portada de catálogo años 50s
Ibi es un pueblo (o más bien una ciudad pequeña, le dejo a cada quien la libertad de etiquetar según su parecer) que por diferentes circunstacias historicas llegó a concentrar en algún momento de mediados del siglo pasado alrededor de dos terceras partes de la producción de la entonces muy pujante industria juguetera española, que ´fue una de las 5 más importantes del mundo antes del despegar de las economías asiáticas. Aún hoy, en Ibi se fabrica una parte importante de los juguetes españoles; es la sede del museo español del juguete y del instituto certificador de la calidad de los juguetes fabricados en la madre patria.

En la misma época en que B. Shackman & Co. abría sus puertas en Nueva York, la fábrica de juguetes Payá abría las suyas en Ibi, dedicándose en sus primeros años a elaborar juguetes de latón  por encargo de otras empresas, especialmente alemanas. En los años 20s y 30s,  Payá obtuvo fama internacional comercializando sus propios juguetes metálicos, que destacaban especialmente por la calidad del litografiado.  A su alrededor surgieron otras empresas, tanto en Ibi como en otras localidades cercanas, conformando un cluster empresarial juguetero mucho antes que a los expertos en competitividad y análisis empresariales les diera por escribir libros.

Luego de la Guerra Civil, Payá retomó la fabricación de juguetes y en los tempranos 50s incursionó con éxito en la utilización de nuevos materiales, siendo uno de los primeros fabricantes de juguetes de plástico en España. Después de diferentes vicisitudes, el proceso de recorversión industrial de los años 70s, la crisis española de los tempranos 80s y la competencia de los países asiáticos, que le habían arrebatado buena parte de sus mercados de exportación, condenaron a Payá al cierre de sus puertas. En un esfuerzo por mantener vivo el legado, los descendientos de los fundadores de la empresa recurrieron a su historia: como habían conservado las máquinas y moldes utilizados durante la primera mitad del siglo XX, reunieron a un pequeño grupo de exempleados, que organizados como cooperativa, se dispusieron a reeditar, en series numeradas de 5000 ejemplares cada una, 50 de los más de 1000 modelos de juguetes de metal litografiado fabricados por Payá en las primeras décadas del siglo XX.


operaria en fábrica Payá Hermanos, Ibi, Alicante
A partir de la segunda mitad de la década de los 80s, las reediciones en series numeradas fabricadas por la cooperativa Payá Hermanos en una de las naves de la antigua fábrica de Ibi comenzaron a aparecer, progresivamente, a lo largo de la siguiente década, porque la producción no era continua ni masiva, en diversos puntos de venta para coleccionistas de España, de Europa y de Estados Unidos. La primera vez que vimos alguno de esos juguetes de latón, fue aquella mañana de noviembre de finales de los años 90s en Manhattan, en el número 85 de la Quinta Avenida, en la vitrina de madera y vidrio que había al lado izquierdo de la puerta de B.Shackman &. Co. 

Ese día, como parte de un ritual que tiene sus bases en los afanes coleccionistas que Alfredo Julio Armas Alfonzo transmitió a sus hijos, Patricia y yo compramos un par de piezas: un hombre que, apoyado en un par de maletas, camina nada más soltarle el mecanismo, y un mono, más pequeño que el anterior, que salta al darle vueltas a la cuerda. En viajes a España, ya pasado el fin de milenio, vimos expuestos para la venta, en Madrid y Barcelona, varios, otros modelos, todos acompañados de la caja marron con etiqueta blanca y el certificado que hacía constar que había sido hecho en la vieja fábrica de Ibi como parte de aquel agónico revival cooperativista de la empresa; recuerdo especialmente una tienda del Centro Comercial Puerta de Toledo, en Madrid, a donde habían armado una vitrina con 7 u 8 modelos diferentes y precios que estaban en sintonía con el que habiamos pagado en Nueva York unos años antes.

Cuando en enero del 2007 nos subimos a la Ford TMax azul marino -que habíamos alquilado en la estación de Atocha, en Madrid, y que nos había llevado a través de más de 2000 kilómetros de carreteras españolas- para salir de Valencia rumbo a Madrid, en la fase final de un viaje familiar de 3 semanas, tomamos un desvío de varias horas, planificado desde Caracas, para ir a conocer la vieja fábrica de Ibi y a quienes fabricaban los juguetes de los Hermanos Payá. Bajo un sol de justicia que bañaba un pueblo de calles vacías, nos encontramos con que prácticamente todas las antiguas naves industriales habían sido sustituidas por edificios de vivienda, en construcción, y que el único remanente de las viejas glorias de la fábrica Payá era un pequeño edificio, en estado de semiabandono, a donde se conservaban algunas de las antiguas máquinas, ya fuera de uso. La cooperativa había cumplido a lo largo de 2 décadas, hasta el 2006, su cometido de hacer 5000 reproducciones de cada uno de los 50 modelos de juguetes seleccionados del catálogo Payá  y, en una oscura negociación, fabricantes chinos que habían ofrecido ayudar a relanzar masivamente la marca y su historial, plagiaron buena parte de los modelos del catálogo y con ligeras variaciones de forma o tamaño, ahora inundaban el mercado con juguetes de muy muy bajo precio, y que no pagaban derechos de autor ni producían ni una peseta para los habitantes de Ibi. A pocas cuadras, la fábrica de su más cercano competidor, Juguetes Rico, estaba también vacía y a la espera de un nuevo destino.

Fábrica Payá antes de su cierre definitivo, en 2006

Regresamos a Madrid a través del paisaje manchego con la idea que algo se había acabado. Durante meses planificamos el viaje a Ibi, con la esperanza de retomar el contacto con esos juguetes que habíamos visto en Nueva York hacía años y que sin embargo, en los dos años recientes habían desaparecido de las vitrinas de Madrid y Barcelona. En Nueva York, B. Shackman & Co. había cerrado las puertas de su vieja tienda de Quinta Avenida con la promesa de abrir nuevamente en una nueva ubicación en la ciudad, donde el precio de los alquileres no atentara contra el normal funcionamiento de la empresa.



Placa de la sociedad histórica de Nueva York que recuerda el lugar donde funcionó B. Shackman & Co. Ahora el lugar es ocupado por una tienda Anthropology

Han pasado los años y Shackman es una "internet only" que se dedica a vender, por docenas, los materiales impresos que solía vender en su tienda de Nueva York. Los viejos juguetes Payá valen fortunas en las subastas de especialistas; las reproducciones de la cooperativa tienen precios que van, de acuerdo al nivel de conocimiento de quienes los ofrecen, siempre por internet, de lo barato a precios comparables a los modelos originales de principio de siglo. Los chinos siguen haciendo sus copias, de menor tamaño y diferente calidad, que pueden conseguirse en internet por menos de 10 dólares cada una. El museo del juguete de Ibi funciona en el remanente de la vieja fábrica de Payá Hermanos, donde pueden verse los moldes y máquinas. Y a nosostros, en nuestro afan de buscar, siempre nos quedará ebay...

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