He recibido en estos días una invitación a hablar en público, bajo el argumento "que usted es un urbanista exitoso y un ejemplo para los profesionales de este país", al cual he respondido amablemente, en medio de muchas dudas. Hace unos meses recibí una invitación parecida, de parte de los estudiantes de la Carrera de Urbanismo, que me puso a pensar durante varios días y me dejó no pocas incertidumbres, aún no resueltas.
Lo primero que me vino a la mente cuando recibí la más antigua de las invitaciones se remonta a una anécdota de comienzos de la década de los años 90s. La carrera de Urbanismo de la Universidad Simón Bolívar vívía años bajos en lo que a atracción de nuevos estudiantes se refiere. La mayor parte de la gran cantidad de estudiantes que habían entrado a la universidad en la primera mitad de los 80s ya había concluido los cursos o se había ido con sus ideas a otra parte, mientras en la segunda mitad de los ochentas, por diversas razones, algunas de las cuales no tenían que ver directamente con la carrera o con el urbanismo como disciplina, el número de nuevos inscritos había mermado de manera progresiva y sostenida hasta ese eufemismo bancario de "las dos cifras muy bajas" al año, alcanzando su éxtasis un año en el cual sólo una persona se había inscrito para estudiar urbanismo. Ante tal situación, el arquitecto y urbanista Lorenzo González Casas, coordinador de la carrera por aquel entonces, organizó un programa de presentaciones en los colegios de educación secundaria que solían aportar más estudiantes a la Simón Bolívar, en los cuales se divulgaba el contenido, justificación y virtudes de la carrera, virtudes que nos tocaba personificar a un profesor, un estudiante y a un egresado (yo, recien egresado entonces). Visitamos varios de los más renombrados colegios caraqueños, incluyendo el Santiago de León adonde yo había estudiado "toda mi vida" y el asunto de convencer a los estudiantes de secundaria que yo era un modelo de lo que ellos podrían ser en el futuro resultó más complicado de lo que pensaba inicialmente: un día iba en estricto traje y corbata, tratando de proyectar prosperidad y la vinculación a un trabajo de apariencia ejecutiva y recibía las quejas de unos estudiantes que se empeñaban en ver el perfil social del urbanismo y que no dudaban en acusarme de yuppie; otro día, reaccionando a la experiencia previa, iba de jeans y look sport y recibía el desprecio de unos estudiantes que querían una carrera donde al graduarse pudiesen "ganar bastante plata" e ir a trabajar vestidos como unos chicos de Wall Street en unas oficinas de lujo.
No se si alguno de mis performances de entonces convenció efectivamente a alguien de irse a estudiar urbanismo a la Simón, pero lo que si me dejó como enseñanza aquella gira era que cada quién definía el éxito de manera diferente.
Campus de la Universidad Simón Bolívar, Valle de Sartenejas, Caracas |
No se si alguno de mis performances de entonces convenció efectivamente a alguien de irse a estudiar urbanismo a la Simón, pero lo que si me dejó como enseñanza aquella gira era que cada quién definía el éxito de manera diferente.
Esa es la misma reflexión que he hecho ahora. Me piden exhibirme como modelo y uno no deja de preguntarse ¿modelo de qué? ¿qué es ser exitoso para unos estudiantes de urbanismo o para unos profesionales recien graduados de ingeniería o para unos líderes comunitarios? ¿cómo se define el éxito en estos tiempos de crisis moral, política y económica? ¿en qué estaban pensando quienes me invitaron?
El éxito puede tener varias dimensiones, que incluyen la prosperidad, la satisfacción y la felicidad, pero cada quién establece los indicadores de éxito en cada una de esas dimensiones. ¿cuánto dinero o bienes hacen que uno se considere próspero? ¿cuán satisfecho estamos con lo que hacemos y tenemos? ¿ qué tan feliz me siento con lo que he hecho en la vida, incluso con independencia de las otras dos dimensiones?
Recuerdo que uno de los argumentos en los que poníamos más énfasis para tratar de vender la carrera de urbanismo a los estudiantes de quinto de bachillerato era que los urbanistas podían trabajar en sector privado y ganar sueldos comparativos a los de cualquier ingeniero; hoy, si quisieramos enamorar a los estudiantes del último año de secundaria de los colegios privados más prestigiosos de Caracas, probablemente tendríamos que argumentar que hay muchos urbanistas trabajando fuera de Venezuela y que han sido exitosos en su transición laboral a otros países.
La situación del país, con toda su carga de incertidumbre, pesimismo y ablandamiento de la autoestima ciudadana, hace relativos muchos de los elementos que servían de pivote a esa imagen objetivo de nosotros mismos, que todos nos trazamos, con mayor o menor detalle, en algún momento de nuestras vidas. Tener la casa, la familia o el empleo soñado transmite poco sentimiento de logro si se percibe que se está en un permanente riesgo.
¿Con qué sueñan esos ingenieros recien graduados a los que quieren que les hable? ¿Con qué sueñan para sí mismos los estudiantes de urbanismo de la Universidad Simón Bolívar? ¿Coincidirán en algo con los sueños que teníamos al salir hace 25 años del Santiago de León hacia la Universidad Simón Bolívar? ¿Tendrán algo que ver con los que nos han acompañado estas últimas dos décadas de ejercicio profesional y familiar? Tal vez lo único en común sea que no dejamos de soñar, o tal vez no. Cuando tenga una respuesta les cuento.
Recuerdo que uno de los argumentos en los que poníamos más énfasis para tratar de vender la carrera de urbanismo a los estudiantes de quinto de bachillerato era que los urbanistas podían trabajar en sector privado y ganar sueldos comparativos a los de cualquier ingeniero; hoy, si quisieramos enamorar a los estudiantes del último año de secundaria de los colegios privados más prestigiosos de Caracas, probablemente tendríamos que argumentar que hay muchos urbanistas trabajando fuera de Venezuela y que han sido exitosos en su transición laboral a otros países.
La situación del país, con toda su carga de incertidumbre, pesimismo y ablandamiento de la autoestima ciudadana, hace relativos muchos de los elementos que servían de pivote a esa imagen objetivo de nosotros mismos, que todos nos trazamos, con mayor o menor detalle, en algún momento de nuestras vidas. Tener la casa, la familia o el empleo soñado transmite poco sentimiento de logro si se percibe que se está en un permanente riesgo.
¿Con qué sueñan esos ingenieros recien graduados a los que quieren que les hable? ¿Con qué sueñan para sí mismos los estudiantes de urbanismo de la Universidad Simón Bolívar? ¿Coincidirán en algo con los sueños que teníamos al salir hace 25 años del Santiago de León hacia la Universidad Simón Bolívar? ¿Tendrán algo que ver con los que nos han acompañado estas últimas dos décadas de ejercicio profesional y familiar? Tal vez lo único en común sea que no dejamos de soñar, o tal vez no. Cuando tenga una respuesta les cuento.
De la experiencia nace el maestro, has mejorado tu técnica.
ResponderEliminarSaludos.
Luis Romero.
Estudiante de la carrera Urbanismo.