Voy a comenzar diciendo que mi hija Teresa ha cumplido en estos días su primer aniversario. Y de momento lo vamos a dejar ahí; luego volveremos sobre ese asunto.
No tiene uno otras Teresas en la proximidad familiar ni es este un nombre común entre los amigos. Uno lo piensa, así sin mucho esfuerzo, y se pasea de inmediato por Teresa Carreño - a quien nunca escuché interpretar el piano, por razones obvias del desenvolvimiento del tiempo de cada quien; pero de quien siempre me atrajo el desenfado y el atrevimiento con el que, según cuenta la historia, llevó su vida - y por Teresa de la Parra, a quién conocí a través de la tarea escolar, esa que me impuso leer Las Memorias de Mama Blanca, allá por los años del Santiago de León. Tambien estaba un libro de una señora cuyo segundo nombre era Teresa, Ana Teresa Cifuentes, y a quien en Venezuela se le conocía en épocas pretéritas como "la perfecta ama de casa" , que mi madre usaba para perpetrar las tortas con las que se celebraban mis cumpleaños (mi madre siempre ha sido muy sincera a ese respecto, a ella le gustan otras cosas, la cocina, definitivamente, no).
A otra Teresa la conocí a través del cine: el cineasta aleman Win Wenders hizo, en los mediados años 90s, una película sobre Lisboa (Lisbon Story) en la cual participa - en la banda sonora y en escena- un grupo musical luso, presentado a través de la voz de su cantante, una entonces veinteañera de nombre Teresa Salgueiro. El grupo era entonces desconocido para el resto del mundo y tenía por nombre Madredeus.
No tengo problema en reconocer una especial debilidad por las mujeres que cantan, y Teresa Salgueiro canta como poca gente puede hacerlo, así que, en principio, no tengo una explicación para no haberme anotado en su club de fans desde entonces, desde la puesta en escena en 1995 de la película de Win Wenders, que además es uno de mis directores de culto. Pero, pensándolo bien, mientras veo las luces de la noche caraqueña titilar desde el bancón de la sala de mi apartamento, me digo a mi mismo que yo no vi esa película hasta varios años despues, a sugerencia de Lorenzo González, que la mencionó en una de esas tertulias informales que se montaban sin aviso previo entre dos escritorios del Instituto de Estudios Regionales y Urbanos, y por supuesto, Lorenzo, con su usual sabiduría, mencionó a la película y a la vez mencionó su banda sonora, así, con todas sus letras: Madredeus.
Por allí llegué a Madredeus y a Teresa Salgueiro, que ya tenían más de una década de andadura musical y unos cuantos discos en la calle, aunque no en la calle caraqueña, a pesar que la colonia portuguesa en Venezuela es una de las más grandes del mundo. El primer disco que compré del grupo era una recopilación de éxitos, que muy acertadamente bautizaron como Antología, y lo conseguí por internet, en Amazon, si mi memoria no me falla.
Antología fue un descubrimiento que pasó, casi de inmediato, a formar parte de la banda sonora de mi casa y se propagó hacia otras casas conocidas. Compré varios para regalarlos. Uno se lo di, recuerdo ahora, a mi cuñado Ricardo, que lo tuvo un buen tiempo en el tope del hit parede de su sótano de Brooklyn. A partir de allí comencé a ponerme al día, comprando algunos de sus discos de años anteriores, averiguando como era que estos portugueses cultores de esa categoría musical en la que ponen todo lo no comercial y del primer mundo, el world music, se había convertido en músicos de culto en varios paises de Europa, en Japón y en otros lugares del mundo donde el buen gusto prevalece, aún, a la sordera.
A Madredeus y a su cantante, Teresa Salgueiro, ya en sus treinta y pico largos, la vimos una noche mágica del año 2006, bajo las nubes de Alexander Calder, en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. Patricia y yo estábamos sentados en el medio del patio, cerca del escenario, y recuerdo ver salir a Teresa, cuando ya se escuchaba la música, con un vestido verde que recordaba a las viejas divas del star system de Hollywood. Luego se cambio por un vestido rojizo. La combinación de aquella imagen y su voz era para dejar boquiabierto a cualquiera, y yo no fui una excepción entre quienes le vimos y le aplaudimos aquella noche.
Esa noche del 2006 Madredeus presentó en Caracas su disco Faluas do Tajo, del 2005, y que a la postre sería el último de la agrupación con la Salgueiro como su voz, luego de dos décadas de exitosa carrera, porque al año siguiente la mitad de los músicos de Madredeus acompañó a Teresa por la puerta de salida, esa que lleva a una carrera como solista, a la fecha con 4 discos.
Teresa Salgueiro |
Cuando Patricia y yo supimos, en una fecha del 2009, que el último miembro de la familia, en camino, era una niña, nos embarcamos en la tarea de ponerle nombre. Alegando mi poca incidencia en la escogencia de los nombres de Lucía y Diego, nuestros dos hijos mayores, me reservé la palabra final respecto del nombre de la niña a la que veíamos solo a través de los ecosonogramas. Hubo varias propuestas, se hicieron los ejercicios esos de revisar las páginas web donde hay un montón de nombres y su significados, se hicieron listas cortas y, como siempre en esta familia, familiares y allegados dieron opiniones solicitadas o expontáneas. Pero el encabezado de las listas no cambió en ningún momento.
Volviendo a donde comenzamos, un 23 de febrero del 2010 nació Teresa Tovar Armas y, ahora que ha cumplido un año, los dueños de los viveros -lusitanos todos en Caracas- a los que acompaña con frecuencia a su mamá sonrien al verla y dicen que parece portuguesa, y no deja uno de preguntarse si eso tendrá algo que ver con lo que tenía en mente este humilde narrador cuando le puso el nombre a su menor hija, esa que al sentir las aguas en la Iglesia de Las Mercedes recibió por nombre el mismo de Teresa Salgueiro.
Teresa Salgueiro |
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