miércoles, 4 de diciembre de 2019

Perdidos en el espacio


Cuando llegaba a mi casa desde el colegio, a esa hora en que los cielos de Caracas se hacían amarillos, el azul se suavizaba y las sombras se hacían largas, al final de una tarde cualquiera en los años 70s, todavía con la sensación del olor a chocolate en polvo que se escapaba de la fábrica del Toddy por la que pasaba cerca el autobús del señor Amadeo, corría a sentarme frente al televisor Siera que ocupaba con su cuerpo de madera, pantalla curva en blanco y negro, patas de acero y tope de mármol, parte del pasillo del segundo piso de la Quinta Paraguachoa y me instalaba a ver durante al menos una hora las series que pasaban entonces a esa hora: El Zorro, Meteoro, La Familia Monster, Flipper, La Señorita Cometa, Ultramán  y Perdidos en el Espacio.



Las aventuras de la familia Robinson, perdidos entre planetas de cartulina, monstruos de goma espuma, trajes de semicuero, naves impulsadas por bombillos y robots con brazos de acordeón, tuvieron un capítulo memorable en el cual lograban regresar momentáneamente a la tierra, pero en 1940 y no en 1997, fecha en la que supuestamente estaba ambientada la serie. Desde que vi por primera vez ese capítulo hace más de 40 años, se me quedó grabada la imagen del Dr. Zacarías Smith mirando a las personas hacer sus compras navideñas, en la nevada navidad de 1940, mientras era obligado a despedirse para volver a la nave, para volver al año 1997, lejos de su planeta.

El Dr. Smith viendo la tierra desde una ventana, esa escena, esa imagen. El Dr. Smith, con toda su torpeza, queriendo volver a su casa, viéndola sin poder tocarla, llorando sonoramente al despedirse.

Tengo un vecino en mi casa de Caracas que publica en varias redes sociales, casi a diario, la vista, cada mañana, y a veces también cada anochecer, del Ávila y el este del valle de Caracas desde nuestro edificio.

Fotografía de mi vecino, Roberto Abdul, esta semana

Casi a diario, cada mañana y a veces también cada anochecer, soy el Dr. Smith volviendo a la Júpiter II , luego de ver a través de una ventana digital los cielos azules y amarillos de diciembre, luego de imaginarme la brisa fresca de estas fechas en Caracas, luego de intentar recordar el murmullo lejano de los carros en la Autopista del Este, luego de pensar  que la máquina del tiempo me devuelve al año 2007, cuando nos mudamos al Altolar.

Lo mismo me pasa con los que publican en las redes sociales fotos recien tomadas en calles que me son conocidas en Nueva York, en Madrid, o en París.

Salimos a buscar a Alfa Centaury, cruzamos un mar de asteroides y meteoritos, y estamos, todos juntos, John, Maureen, Judy, Penny y Will, perdidos en el espacio, viendo a casa a través de una ventana.



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