domingo, 3 de octubre de 2010

Que digan que estoy dormido...

Quizás porque pertenezco a una generación bisagra entre un pasado relativamente cercano -el de nuestros padres- que idolatraba a los protagonistas de su cine y que tenía algunos de los gesto de su cultura como referencia, y un presente marcado por la enésima generación de buenos escritores, herederos de Rulfo, Vicente Leñero, de Fuentes y de tantos, tantos otros, tenemos una prediposición por estas tierras, que nos son cercanas desde los tiempos en que de niño me encerraba en el cuarto de Juana - la señora andina encargada del servicio durante décadas, hasta su muerte hace ya años, en la casa de mi madrina, justo al lado de la de mis padres en Los Chorros- a ver las películas de Pedro Negrete, Pedro Infante, María Felix, Miguel Aceves Mejías, Tin Tan, Resortes, que daban los sabados por la tarde en la televisión venezolana de décadas atrás.

Quizás porque en la medida que conocemos su pasado, a través de leer su historia y visitar su patrimonio construido, más nos maravillamos de su riqueza, que es fielmente acompañada por la manos de sus artesanos, que no dejan de sorprendernos en la laboriosidad y creatividad de cada hombre y mujer que vemos bordar los tejidos chiapanecos, o tejer los hilos de colores, o tallar la madera, o trabajar el metal o el papel maché. Tal vez tenga que ver tambien con el intercambio constante con los inmigrantes que  realizan en Brooklyn los trabajos que otros no quieren hacer.

"El caballito", la estatua de Carlos V en el Centro Histórico de Ciudad de México (GT)
Nuestro primer encuentro se dió en circuntancias no favorables: Toluca no tiene atributos para enamorar a nadie a primera vista. Los encuentros posteriores han permitido conocer  otros lugares, a más personas, y en diversas circunstancias y garantizar la siembra de nuestra predisposición.

México es una sociedad compleja, con una historia intrincada y una sociología complicada. Es un pueblo lleno de virtudes y complejos, de relaciones amor odio, de bellezas e injusticias. Es la hija predilecta de España en América y esa es una de las relaciones amor odio que es más evidente; como lo es también la relación con su vecino del norte.

No estoy para negar que me suelo llevar mal con su comida, a la que el gusto por el picante excesivo convierte en un peligro para un tipo como yo, que suele comer incluso sin sal - lo que debe ayudar a explicar por qué una vez un internista me dijo "que tenía la tensión demasiado bien para mi contextura", luego de habérmela tomado no menos de 3 veces en medio de su incredulidad - y que en muchas oportunidades me ha pasado por la cabeza que Cantinflas no era un comediante sino un antropólogo, por esa forma de hablar mezcla de la sintaxis del maestro yoda con una lógica a prueba de la razón pura. Muchas veces lamento encontrarme los mismos vicios que son comunes en todos nuestros países y atisbo a conocer la realidad violenta que subyace en su relación con centroamérica y el gigante del norte.

Pero cada vez que vengo al DF siento la misma sana envidia de ver la pujanza de sus actividades, la riqueza de su vida cultural y la apropiación por sus gentes de los espacios públicos. Cada vez que estoy aqui me maravillo con la riqueza editorial, con lo variado de sus librerías; siempre voy a alguna exposición memorable o descubro un museo o me quedo parado en una acera o una plaza viendo a unos músicos  que tocan en la calle.

El angel de Reforma, México DF (GT)

En este viaje, mi quinto a México, he conocido Guadalajara, una ciudad pujante con un tamaño poblacional comparable al de Caracas y un centro histórico bastante mejor tratado y utilizado que el de la capital de Venezuela. Y en el DF, aprovechando unas horas libres que nos dejó el fin de semana producto de la circunstancia de que los boletos de avión eran bastante más caros en fin de semana que en día laborable, hemos conocido el Centro de la Imagen, donde la Bienal de Fotografía de México expone el trabajo de unos 20 fotógrafos escogidos mediante concurso, en su gran mayoría menores de 30 años y con un trabajo digno de admiración, que refleja la violencia, la confusión de los jóvenes y la interpretación de la historia patria en este año de bicentenarios.

Tambien conocimos el Mercado de la Ciudadela, ubicado a solo 100 metros del Centro de la Imagen, donde se agrupan en poco más de 300 puestos, los trabajos de distinta calidad e interés de artesanos de varias zonas de México, algunos de los cuales tienen su taller en este mismo mercado, como fabricantes de guitarras, o tejedoras y fabricantes de espejos de laton o adornos de shakira. Afuera, en una plaza un poco descuidada, se entremezclaban los indigentes con los jubilados que tomaban el sol, mientras sus nietos practicaban el boxeo a la sombra de una estatua de Morelos. En una esquina de la Plaza, un mariachi cantaba aquella canción que dice " México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí...México lindo y querido, si muero lejos de ti" , junto a unas muchachas que preparaban tacos en la acera.

Pero si algo me gusta en especial - y en este viaje he repetido la experiencia un par de veces-es sentarme en la barra del restaurant del Sanborn de la Casa de los Azulejos (ese bello edificio que producto de terremotos y asentamiento de sus bases, desafía todas los ángulos de 90 grados), en pleno Centro Histórico; ahí, a tiro de piedra del Palacio de Bellas Artes y a muy pocas cuadras del Zócalo y la Catedral. Puedo garantizarles que aquel que come con los ojos bien abiertos, asiste por los entre 10 y 20 dólares que cuesta una comida completa, a una clase de sociología urbana, antropología e historia de esas que no tienen precio.

Mañana  temprano me voy rumbo a Caracas, pero seguro volveré. Si no, que digan que estoy dormido.

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