sábado, 23 de octubre de 2010

que pequeño es el mundo (parte 2 y sigue)

Más o menos en la misma época en que fui a ver a Tom Hulce en el cine Radio City, haciendo el papel protagónico en la Amadeus de Milos Forman, fui a ver  en el cine del Centro Plaza, como parte de un ciclo de cine francés, la que vino a ser la penúltima película de Francois Truffaut, a la que se llamó por estos lares La Mujer de al Lado.

El Centro Plaza era -y es- un lugar entrañable, porque quedando a la vuelta de la esquina del colegio donde estudié la primaria y el bachillerato, era el lugar de las primeras escapadas, de los primeros discos, de los primeros libros, de las primeras comidas con amigos, de las primeras salidas sin los amigos, de los primeros besos. Sus coordenadas coinciden con las del lugar de la edad de la inocencia.

El cine del Centro Plaza era -y lo sigue siendo- una pequeña sala, con un balcon de muy pocas filas, ubicado en una de las zonas de estacionamiento del conjunto de oficinas y comercio, con el acceso en la 7ma planta, si mal no recuerdo, y la salida de la sala en la planta inmediata inferior a la de la taquilla. Ya desde aquella fecha de los años 80s solía combinar películas de autor, bastante cine europeo, con cine comercial y funciones infantiles los fines de semana en horas diurnas.

Aquella tarde, mientras veía la película de Truffaut - a quien ya conocía por otros de sus trabajos, que había visto en la Cinemateca Nacional, y que incluían "La Noche Americana", una película que inspiró uno de mis cuentos de entonces, de idéntico título, y por el cual me dieron un premio en la Bienal de Literatura Daniel Mendoza del Ateneo de Calabozo, que incluía diploma caligrafiado a mano, medalla y un viaje en autobús desde Caracas a Calabozo acompañado de un par de premios nacionales y muy especialmente con Denzil Romero y su esposa- pensaba que no podía existir una mujer así, como la protagonista de aquella historia. Tambien pensaba que no existian realmente esos amores, que tanta pasión estaba reservada para las pantallas y no para la vida real, aquella que le tocaba vivir a uno. Aquel huracan de sentimientos sólo parecía posible en ese mundo que se encendía cuando se apagan las luces y se ponían a andar los proyectores. Quizás por eso, cuando se encendieron las luces y salimos del Centro Plaza rumbo a la casa, pensamos que aquella historia y sus personajes no existían afuera, que ellos no iban al baño, no comían, que no podía cruzármelos en la calle.

Fanny Ardant, Protagonista de La Mujer de al Lado (1981)

Cuando años despues, en los dias previos a mi viaje de estudios a España, José Enrique y Loli me dieron un catálogo del año previo de la agencia de viajes Mundojoven y me sugirieron que reservara con tiempo el destino de mis vacaciones de la próxima semana santa, pensé de inmediato en París. París está en ese olimpo cinematográfico donde sólo están ella y Nueva York; tal vez también pudieran estar en esa lista Londres, o Roma o Chicago, pero solo tal vez. Para quienes hemos crecido en las salas de cine y poniendo el mundo que ocurre en las pantallas como nuestro referente, París es un lugar familiar, aunque nunca hubiésemos estado alli.

El día que llegué a París, la mañana de lunes de la semana santa de 1991, la ciudad, en la que no había estado nunca antes, me pareció familiar. Sus calles me parecían conocidas, algunos de sus edificios podía jurar haberlos visto anteriormente, algunos de sus nombres, de sus plazas, de sus iglesias, de sus museos, de sus calles me eran tan familiares como las calles de la ciudad en la que nací. Solo que ahora las luces estaban encendidas. Nada más soltar el bolso con la ropa en mi cuarto del hotel Home Montmartroise me puse a caminar sin rumbo fijo, lo que se prolongó hasta horas después del anochecer. 


Truffaut y Ardant, quienes eran pareja en la vida real, durante la filmación de la película

Estando por el Boulevard de Clichy, a eso de las 11 de la noche o quizás un poco más tarde, me encontré con toda la parafernalia que implica la filmación de una película. Había mucha gente trabajando en la filmación, pero a aquellas horas de la noche, que ya apuntaba hacia la madrugada, había muy poca gente en las calles, asi que los 2 o 3 despistados que nos asomamos por pura curiosidad por aquel set, nos movíamos con cierta comodidad, sin que nadie nos pusiese límites, entre quienes acomodaban cables, ajustaban luces, probaban equipos de sonido y regaban con agua los alrededores de una parada de autobus, que era el sitio donde parecía que pensaban hacer alguna toma. Luego de algunos minutos de dar vueltas por el sitio, ya sintiendo los efectos del cansancio del viaje en autobus, la noche anterior, desde Madrid hasta París, observamos que iba a comenzar la filmación y entonces, solo entonces, salió de un automovil negro, que había estado estacionado cerca del lugar, la protagonista de la película que se filmaba, la protagonista de la escena que se grabaría en los siguientes minutos. Y entonces nos pasó tan cerca que podiamos sentir su olor y la vimos trabajar a tan pocos metros que podiamos detallar sus facciones y sus gestos. Aquella mujer era la protagonista de La Mujer de al Lado, aquella que yo pensaba que no existía sino en la pantalla de cine, pero en aquellla noche, al parecer, me había encontrado con un punto, un lugar en medio del Boulevard de Clichy en donde la vida misma y la vida con la que soñaba cuando se apagaban las luces se habían unido.

Aquella noche tenía enfrente, casi tan cerca como para tocarla, a Fanny Ardant. Y la distancia entre el Centro Plaza y el cielo parecía tender a cero.

La película que se filmaba aquella noche de 1991 en el Boulevard de Clichy


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