atardecer en la autopista. Brooklyn NY 2009 (GTO) |
Tengo buena parte de este año que ya se adentra en agosto escribiendo sobre personas a las que he conocido en el pasado y que ahora conozco poco: los amigos de la infancia, los hermanos de los amigos, los vecinos, los amigos de los amigos, los compañeros de clase. Quizá porque el ambiente general del país no da para desarrollar un optimismo que no sea el producto de la total ignorancia de los que pasa o quiza porque hasta donde se, la gran mayoría de ellos estan en esa edad en la que se toma cierta conciencia de que los sueños no se harán realidad, me he centrado en aquellos que la cultura anglojasoja agruparia como perdedores. Lo que delata la situación que les hace merecedores de este grupo que he dado por llamar balas perdidas a veces es una foto en el facebook, otra vez es un comentario sobre su trabajo o sobre su vida personal. Pero son esos los personajes que llaman mi atención, las jovenes promesas que ya no son jovenes y suenan más a resignación que a futuro.También los que tenían un futuro por delante y ya no están entre nosotros, con un final mediocre, un accidente sin sentido ni estridencia.
Comencé a escribir sobre estos personajes porque sentí que era una cuenta pendiente con ellos, era una manera de darles una trascendencia que su cotideaneidad no generaba, aunque solo transcendieran al disco duro de mi computadora, ajena por completo a lectores, seguidores o aplausos. Comencé a escribir sobre ellos mientras leía libros de paul auster y sentía la próximidad del lobo, que amenazó hace tan solo unos pocos meses con llevarse a Patricia, y con ella buena parte de mi cotideaneidad, de mis costumbres, de mis rituales.Me puso a tiro de esta banda de sobrevivientes.
Hoy ese mismo lobo, el que dejó aquí su trabajo a medias hace unos meses, se ha llevado -usando las mismas artes empleadas meses atrás- a la joven esposa del amigo Marco Tulio Bonilla y, viendo, esta vez desde la barrera y no desde dentro del foso, como me tocó hacerlo en el pasado mes de febrero, el caos emocional que ha generado, de nuevo, me ha dado por escribir sobre los que parecen condenados al anonimato, sobre los que parecen no tener nada que aportar al orgullo.Gentes que parecen no tener nada de particular, que no tienen mayores triunfos que mostrar, salvo que sobrevivir sea un inmenso mérito en sí mismo. Hoy estoy escribiendo sobre esas balas perdidas.
Me dió mucha satisfacción ver que has vuelto a la escritura con un blog, me siento acompañada en esto de poner pensamientos en el universo para que alguien los lea. Y más aún, al leer esta entrada, que vuelves a ella como una manera de honrar a los sobrevivientes. Todos somos sobrevivientes de algo, y escribir nos ayuda a algunos a hacerlo y a vivir con más pasión. Te felicito y te seguiré. un abrazo
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